Como
todos bien sabemos en los medios de comunicación de este país no son muchos los
días en los que no nos encontremos una o varias noticias orientadas al
terrorismo y a la violencia, ya sea internacional o nacional. La cuestión desde
el punto de vista de estos medios es fácil de abordar, ya que criminalizan de
forma unilateral a unas personas (al parecer omnipresentes) que nos venden como
una especie de desechos humanos cuya mayor diversión (nótese la ironía de la
palabra) es crear el caos entre los ciudadanos de bien.
Para abordar esta compleja cuestión, creo que
es fundamental saber
que significan (según la RAE) las palabras utilizadas por
estos medios- terrorismo: “1. Dominación por el terror”,
“2. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”; violencia: “1. Cualidad de violento”, “3.
Acción violenta o contra el natural modo de proceder”- en algunas de sus
múltiples acepciones y contrastar si estas palabras que usan como comodín se
ajustan al hecho implícito en ellas.
Creo
que no hace falta haber estudiado periodismo para saber que las noticias tienen
que ser contrastadas o fundamentadas y que deben destinarse a informar al
público, pero los medios de comunicación debido a sus intereses definidos
(tienen dueños que marcan la línea ideológica del mismo, como dije en el
artículo anterior) creo que no piensan lo mismo y pueden soltar barbaridades de
la forma más natural posible. Partiendo de esto, llega un momento en que la
capacidad crítica de la persona a la que va dirigida la noticia se pierde, y
cualquier afirmación se convierte en un hecho verdadero y dogmático más que una
opinión o visión más de la realidad.
El caso que estamos tratando actualmente (el terrorismo y la violencia)
es un asunto fetiche de los medios para usar la técnica de la manipulación y el
sensacionalismo más ruin. Tanto ellos como políticos (que en muchos casos
tienen una forma parecida de funcionar) culpan con total deliberación a
supuestos “terroristas” o terroristas reconocidos (caso de ETA), a los cuales
les dan una difusión más grande de la que ellos podrían adquirir por sus
propios medios en la vida, de cualquier cosa que se escape de sus manos (Bildu
se ha convertido actualmente en el ejemplo más claro), bien para formar en el
público una opinión al respecto acorde a cómo ellos quieren o bien para desviar
la atención de los asuntos verdaderamente importantes (la crisis, el paro, los
recortes y miles de cuestiones más).
Este lenguaje lleno de palabras
malsonantes y condenatorias que ya en su esencia provoca que nos decantemos
(caso contrario al de otros temas que se tratan con eufemismos) se ha puesto a
la orden del día, de tal forma que ha conseguido un poder tan fuerte que limita
de forma clara nuestra libertad de expresión. Y esto lo digo, entre otras cosas,
por la persecución que se está haciendo a personas que por decir lo que piensan
(de una forma muy contradictoria a lo establecido por el sistema, claro está)
de forma pública o incluso en libros o canciones (algo que roza lo absurdo si
no contextualizamos el hecho) son censuradas, juzgadas, o inclusive
encarceladas por influencia de la criminalización vertida en el lenguaje por
parte de estos medios.
La utilización tanto por parte de los medios
como por parte de los políticos de asociar la violencia a determinados
colectivos que llevan a cabo manifestaciones, protestas o cualquier acto de
desacuerdo político es innegable (el 15M es buen ejemplo de ello, incluso
cuando este movimiento ha sido un ejemplo de pacifismo). Con esto consiguen dos
cosas: aletargar a las masas para que no se unan a esas protestas y dar una
imagen prototípica que poco se ajusta a la realidad. Por tanto, su objetivo es
buscar hechos violentos (se consiguen de muchas formas y la policía es experta
en provocarlos) o desacreditativos para ensuciar la imagen de cualquier cosa
que implique cambio o alteración, haciendo que los motivos o argumentos que
tienen esas personas no importen en absoluto. Es más, me atrevo a afirmar que a
ellos no les conviene que los grupos terrorista estén inactivos o que la
violencia no ejerza un papel relevante en la vida cotidiana. Sólo hay que ver
películas, videojuegos, televisión y demás para darse cuenta que la violencia
es algo que nos inculcan (y ahí no se censura), pero a la par nos condenan el
tipo de violencia que de verdad puede hacer daño al sistema instaurado.
Sin duda, creo que consiguen lo mismo
que en teoría quieren denunciar, ya que de la forma que he explicado llevan a
cabo un terrorismo (“dominación por el terror”, recuerden) y una violencia
mediática palpable. En mi opinión, violencia es no llegar a fin de mes de forma
digna, violencia es tener una tasa de desempleados tan elevada, violencia es
que un banco te quite tu casa mientras la sigues pagando; terrorismo es ver
como tus familiares enferman y no pueden ser atendidos como deberían,
terrorismo es reprimir las voces que se alzan unidas por una causa común,
terrorismo es anteponer lo económico a lo humano. Por ende, creo que
determinada violencia (en el contexto de la reivindicación) o determinado
“terrorismo” es un tipo de defensa legítima que va más allá de lo que nos
quieren vender (nadie o casi nadie actúa de forma violenta por placer o
diversión en estas situaciones).
No quiero finalizar la exposición del artículo sin citar una frase de
Goebbels (ministro de propaganda de Hitler en el nazismo) que resume un poco lo
expuesto: “una mentira mil veces repetida se convierte en verdad”.
¡Rebelaos
pueblo, ellos no lo harán por ti!
Una verdad como un castillo. Buen trabajo Rubén, estamos hartos de mentiras.
ResponderEliminarAnon236