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24 febrero 2012

¿Estamos solos?


          Hace tiempo que tenía este artículo en la cabeza pero por mi inconstancia, por la falta de tiempo, aprovechado o perdido, o simplemente por no ver el momento de escribirlo se ha ido evaporando como lo hacen las noches y días de nuestra existencia. En fin, las ideas no serán idénticas porque cada día que pasa éstas se modifican, levemente o de forma radical, pero el sentimiento será igual o parecido.

           El título del artículo no se refiere a si existe otra vida más allá de la de los seres vivos -tema por cierto interesante y nada fácil de tratar- sino que alude más bien a si estamos solos en cuanto apoyo moral, institucional o humano se refiere. Ya sé que todos tenemos amigos, familiares o conocidos que nos acompañan habitualmente en nuestras vivencias, pero lo difícil es tener el respaldo del sistema y de la gente que habita en él. Es decir, ¿tenemos apoyos de instituciones como las administraciones públicas, cargos políticos, cuerpos de seguridad, como la policía, bomberos, militares…, iglesia, justicia, entidades que gestionan nuestro dinero, nuestros derechos, empleo, vivienda…? ¿O acaso tenemos el respaldo de nuestro alcalde y concejales, de nuestro jefe, de nuestro vecino, de las personas con las que nos cruzamos por la calle o cualquier establecimiento, de los ciudadanos de a pie, al fin y al cabo? Mi respuesta es rotundamente no y los motivos son muchos, a la vez que tristes.

           En primer lugar, vivimos en un sistema capitalista dónde lo último que prima es la persona, sus sentimientos, inquietudes y, por supuesto, la solidaridad. Pero solidaridad no es darle dinero a un pobre ni invitarle a comer compadeciéndote de él, la solidaridad es tratar de igual a una persona, sea quien sea, apoyándolo en sus causas, problemas, aficiones, como si fuera un aspecto de tu vida y no de la suya. Puedo poner muchísimos ejemplos, pero resaltando algunos de ellos pueden estar los siguientes: la solidaridad con los trabajadores despedidos o explotados en su trabajo diario de forma abierta y no culpándolos y poniéndoles las cosas más difíciles, la solidaridad con el inmigrante que viene de su tierra, la cual está saqueada por multinacionales extranjeras, a poder conseguir un futuro que le niegan en su lugar natal, con cualquier compañero de andanzas en nuestra vida diaria… Eso sí, la solidaridad a quien se la merece, nunca a los que están ligados al egoísmo, avaricia, deshumanización y cosas por el estilo. Estos son, precisamente, los que tenemos que erradicar de forma abierta todos los demás.
Además de que prima el dinero también lo hace el odio, el rencor, el deseo de llegar a ser alguien que nos han vendido como si de un perfume se tratara, de ser el mejor y nunca el segundo, de ser lo más individualistas posibles y, por supuesto, de venerar ideales o comportamientos que son un insulto. Todo ello promovido desde el poder (financiero, político, social…) conscientemente para que nos transformemos en los bichos que a ellos les interesa que seamos –sino creéis lo que puede afectar esto en nuestro comportamiento os invito a educar a un niño fuera de esta sociedad en la que vivimos e inculcarle unos valores humanos muy diferentes a los nuestros, veréis como le daría pánico el comprobar en qué clase de mundo vivimos nosotros.
          En segundo lugar, y como consecuencia directa del primero, vivimos paralizados por el miedo. El miedo, ese sentimiento reservado exclusivamente para los que tienen algo que perder y cuyas sensaciones nunca invadieron la mente y el cuerpo de los que no tienen nada que perder. Miedo a perder el trabajo, miedo a la muerte, miedo a que le ocurra algo a algún familiar, miedo ser nosotros mismos, miedo a conocer culturas y personas distintas, miedo a vivir, en definitiva. ¡Ay, el miedo! que daño ha hecho y sigue haciendo a las personas; no les permite romper sus cadenas, provocadas por éste. Pero cuando el miedo se pierde, tras perder las cosas que más importante consideramos, no tenemos temor a caer peleando por lo que consideramos que es justo y necesario.

           Por lo tanto, yo me pregunto ¿estamos solos? La respuesta es afirmativa si seguimos en el camino que nos marcan, y negativa si empezamos a colaborar entre todos contra un mismo enemigo -éste si debe ser nuestro enemigo y no, como dice el jefe de la policía valenciana, el pueblo (llano se sobreentiende, no la élite) del que también forma parte la mayoría de la policía, aunque, precisamente, actúe como brazo ejecutor de los valores del enemigo- común, que es el capitalismo y sus valores e ideas denostadas hasta límites insospechados que van contra cualquier dignidad de seres humanos presentes, pasados y futuros.


¡Luchad y uníos, vuestros coetáneos os lo agradecerán!


Rubén Morgado Vecina

1 comentario:

  1. Por cierto, no me acordé de meter este link en el artículo, relacionado con el miedo del que se habla en él: http://elblogderaskolnikov.blogspot.com/2011/12/gambia-y-el-miedo.html

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No se puede separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz consigo mismo si no es libre.